El Turandot de Franc Aleu, ¿Vanguardismo o estupidez?


 

Hacía 20 años desde la reconstrucción del Gran Teatro del Liceo después del horrible incendio que casi lo hizo desaparecer, y entonces se reinauguró con Turandot, la ópera de Puccini, con dirección escénica de Nuria Espert, ahora, y digo ahora de una forma atrevida, pues estamos hablando del año 2019, ha sido el catalán Fran Aleu, perteneciente a La Fura dels Baus, quien se ha hecho cargo de la dirección escénica de Turandot, y si, le ha dado una visión propia... ¡Y tan propia!

Es un resultado digno de mención, Franc Aleu es un videocreador y eso conlleva un espectáculo nunca visto y menos en la ópera. Leds y láseres, brazos robotizados, proyecciones holográficas y escaleras y plataformas giratorias.

Aleu ha llevado a Turandot a un mundo futurista donde la princesa es una especie de “ojo que todo lo ve”, con humildes siervos ataviados con una mezcla de trabajadores típicos del socialismo con extras de una mala producción de ciencia ficción de los ochenta.




Es mi humilde opinión, tenía la sensación de estar viendo un concierto de Kratfwerk, el elenco, como ya he mencionado, clones de serie B, lo que no he mencionado son esas diademas luminosas que bien podrían haber dejado ciego al pobre cantor que la portase.

Pin, Pan y Pong, los ministros del verdugo y personajes típicos del mundo operístico, parecían tres payasos, dando saltitos por el escenario vestidos con leds, cada uno de un color, parecían tres chavales que hubieran querido disfrazarse usando trastos del garaje de su padre, si bien, mas adelante se enfundaron en unas túnicas, el daño a su imagen ya estaba hecho.


Atrás, al fondo, vemos una estructura piramidal, como trono del emperador y “prisión” de la princesa Turandot, este mamotreto con dos brazos articulados reina en medio de casi toda la obra, no obstante, a pesar de lo extravagante de la estructura, he de reconocer lo impresionante que resulta, sobretodo, cuando se sabe que todo gira independientemente y tiene numerosas posiciones, el trabajo de construcción de aquel ideario futurista debe de haber sido faraónico, no lo dudo y lo aplaudo.

Turandot aparece la primera vez a modo de holograma, lo cual es chocante pero se llega a entender, pues toda la ópera ha de girar en torno a su figura, a la soprano Lisa Lindstrom le tocó ir vestida también con una túnica larga la cual parecía de plástico y un tocado que imitaba en forma a la estructura, bien por el gesto, aunque yo no pude dejar de pensar que se había hecho con unas gafas de bucear.



La muerte de Liú fue sin duda la más original que he visto, usando aquella plataforma a modo de cadalso le dio dramatismo a la obra, o al menos no le quitó el que ya de por sí Turandot tiene, aunque yo continué sintiéndome como la princesa de hielo, frío como un témpano.

La escena final es desconcertante como poco, todo el elenco se deshace por suerte no del todo, de los ropajes que llevan, si, se entiende que el amor ha ganado y que el control de la princesa ha caído, pero el ver el escenario lleno de gente semidesnuda da la impresión de que se preparan par algo muy alejado de lo que Puccini pensó cuando concibió su obra, no se si me entienden.



Conclusión:

Franc Aleu ha querido alejarse de las representaciones más tradicionales, sin perder la esencia de lo que es y siempre será Turandot, a lo mejor peca un poco de alejarse precisamente de esta esencia, el resultado es un batiburrillo de delirios que van desde lo Pulp a Tron pasando por Mad-Max.

Aún así, me niego a condenar del todo esta obra, admiro el arduo trabajo que habrá conllevado, la ambición de Aleu y el trabajo de los actores, tenores, sopranos y demás, aunque, como siempre, desde mi punto de vista de aficionado.

Para terminar sirva este broche: Franc Aleu esperó que con su Turandot el público estuviera a la altura de su, no lo niego, asombrosa imaginación, si lo consiguió o no, lo dejo a la opinión de cada uno, yo aquí ya he expresado la mía.

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