Persecución religiosa en Quintanar de la Orden, el convento de los franciscanos.

 

 


En el año 1936 España vivía tiempos convulsos y Quintanar de la Orden no era ajena al peligroso cambio que se avecinaba.

Tampoco eran ajenos ocho Franciscanos que residían en el convento de los padres Franciscanos. Enclavado en la Calle Grande, donde hoy, a pesar de los intentos del terror rojo, aún continúa.

Preocupados por la situación, acudieron al alcalde, que por aquel entonces era Clemente Añover, el cual les prometió protegerles ante lo que vendría, pero llegado el momento este les dio la espalda.

Estos frailecillos eran Ángel Gallego, Arecio Cidad, Raimundo Mur, Fray Regino Cortés, Lorenzo Ayala, Marcelino Mariano Camuñas, ( El único natural de Quintanar) José Herrera y Leocadio Polo.

El día 21 de Julio de 1936 , fueron asaltados en la tranquilidad de su convento por veinte milicianos,  su paisano, el alcalde, les había traicionado, les ataron con cordeles y fueron conducidos en fila a la Iglesia de Santiago de la espada, convertida entonces en prisión.

 


 

El trayecto, para los franciscanos, no fue nada agradable, es fácil imaginarse a estos pobres frailes recorriendo seguramente la calle Grande, que por aquel entonces era la calle Canalejas, atados como perros y humillados por los fieles a la república, a veces les alcanzaba algún objeto o alguna piedra, pero lo que más les dolía era que quienes les atacaban eran sus propios vecinos, a quienes veían y bendecían cada día.

Una vez en la iglesia fueron encerrados en la capilla de la Virgen de los dolores, en ese mismo templo, profanado y destruidas sus imágenes por El terror rojo, se hallaban Don Alberto Morales Garay y Juan Dupuy Porras, otras dos víctimas de los Republicanos.

La noche del 25 de julio fue la peor en la vida de aquellos inocentes, rezaban en silencio y aguantaban todo tipo de torturas, no he encontrado detalles específicos sobre los horribles tormentos que seguro pasaron, pero si que se conocen los métodos típicos de torturas del terror rojo, desde simples palizas hasta arrancar los dientes a sus prisioneros, así que no hace falta imaginar más.

También fueron testigos de cosas horribles, que seguramente para ellos sería peor que su propia tortura, dada su bondad, como por ejemplo la tortura y los asesinatos de Morales y Dupuy, el primero coadjunto de la parroquia, fue asesinado a tiros y Juan Dupuy, capellán de las hermanas de los ancianos desamparados, acudió, sin importarle su propia seguridad, a darle la absolución a su amigo, pero, como no, los rojos no podían permitir eso y un miliciano descargó un tiro en la sien de Dupuy, cayendo este sin vida sobre el cuerpo de su amigo.

Amaneció y los frailes rezaban por que llegase pronto el momento de reunirse con su creador, entonces los rojos les obligaron a fregar, con sus propios hábitos, la sangre de los asesinados.

El domingo 26 de julio fueron sacados de la iglesia, sus hábitos sucios, manchados de sangre inocente, pasearon por última vez por las calles de su pueblo, de nuevo, siendo insultados y humillados por sus propios vecinos, a un kilómetro de la villa fueron fusilados.

Marcelino Mariano Camuñas les dijo a sus asesinos, antes de morir, que les perdonaba, el padre Raimundo Mur gritó, antes de fallecer, el lema que ha abierto las puertas del cielo a otros muchos, torturados y asesinados por su fe.

¡VIVA CRISTO REY!

Después de la guerra, el convento volvió a resurgir y hoy día continúa allí, en la calle Grande, cerca, muy cerca, de la plaza de San Sebastián, y cerca también de la glorieta del padre Florentino, también existe, entrando a Quintanar desde Madrid, la glorieta del Padre Conrado, ambas son pruebas del cariño que el pueblo le tiene a estos honrados frailecillos, cuyo convento, el que fue saqueado por el terror rojo, se llena de niños cada mañana de domingo en su alegre misa.

Clemente Añover Mota fue fusilado en el año 1939.

Fuentes: Marcos Rincón, ofm, “Testigos de nuestra fe. Mártires franciscanos de Castilla (1931-1939)”

Sebastián Cirac  Martirologio de Cuenca

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