La verbena de la Paloma de Proyecto Zarza, un despropósito total.

 


La verbena de la Paloma, de Tomás Bretón y Ricardo de la Vega

Cuando se habla de la zarzuela surge, tarde o temprano, un nombre, una obra que representa lo que es la zarzuela, pues La verbena de la Paloma no solo es la más conocida obra del género chico, sin querer quitarle importancia a otras de gran calado y belleza, si no una de las mejores zarzuelas de todos los tiempos.

Estrenada el 17 de febrero de 1894 en el Teatro Apolo de Madrid representó junto con otras zarzuelas el resurgimiento del género gracias a estas obritas, llamadas también zarzuelas por horas o como se le conocería a partir de entonces, “Género chico”, que sirvieron para acercar el género al pueblo llano además de darle más visibilidad.

En el recuerdo popular han quedado piezas inmortales, Por ser la Virgen de la Paloma, un mantón de la chi-na-ná, chi-na-ná te voy a regalar, o ¿Dónde vas con mantón de manila?

Son ya parte de la cultura y la idiosincrasia madrileña y española, conocidísimas incluso sin que se haya vista la zarzuela de la que aquí hablamos

 


La verbena de la Paloma de Pablo Messier en proyecto Zarza

El proyecto Zarza es una iniciativa del teatro de la zarzuela que tiene por fin acercar el género chico a los jóvenes, esto por medio de interpretaciones libres de las obras que ya todos conocemos.

Pablo Messier realizó su versión, propia y libre, de la obra de Bretón en el año 2019.

Planteó el proyecto como un polideportivo donde el agua de la piscina hierve en un caluroso agosto, quizás eso sea la única similitud con la obra original, y otros pormenores para dar paso a la obra.

A partir de ahí empieza un barullo de número que quieren ser cómicos pero que son más propios de una serie televisiva tipo “Gym Tony” que de una zarzuela.



Para empezar el preludio es un streaptease, o mejor dicho un “despelote”, a cámara lenta de los actores, para pasar a un grupo de milenials que hacen yoga o tai-chi mientras cantan “El aceite de ricino”, esto después de esperar al menos veinte minutos desde el comienzo del espectáculo, Don Hilarión es transformado en un chulo de gimnasio, de esos que tantos hay, y la genial soleá chiclanera es interpretada ahora por una imitación de saldo de La Rosalía, la del mal querer, la de entonces, no la reguetonera de ahora.



Por ser la virgen de la paloma es un despropósito monumental, un grupo de gimnastas alocados corriendo por el pabellón, como guinda de un pastel ya de por si insípido.

Después todos los artífices de este peculiar número se sentaron en el escenario para formar una mesa redonda de preguntas y respuesta, teniendo al menos el detalle de explicar su invento al público, un grupo de jóvenes que me pregunto si estaban tan desorientados como yo, aunque ya se la respuesta, no, porque seguro que ninguno de ellos habría visto antes La Verbena de la Paloma, la original, claro, así que seguramente salieron de allí satisfechos pero sin haber visto nada de La Verbena de la Paloma, eso seguro.

Faltó el sabor castizo, tradicional, costumbrista que hace que la zarzuela emocione, aquí no hubo nada de eso solo “actualizaciones” y disparates, por no faltar disparates no faltó ni el dichoso lenguaje inclusivo del todes, el cual ahora al parecer intentan meter con fórceps a la que pueden y el cual está claro no funciona y es innecesario, además de denostar un idioma tan precioso y perfecto como lo es el español.


No discuto, y esto es algo que ya he dicho antes, que haya que modernizar el género, un género que considero en decaimiento, pero temo que usando la baza de la modernización vayamos a desmenuzar los grandes clásicos y armar después algo que nadie conozca.

Admiro la iniciativa del teatro de la zarzuela y su proyecto Zarza, pero lo siento, esta versión de La Verbena de la Paloma no me gustó nada, solo me queda por decir que después verla me entraron ganas de volver a ver La Verbena de la Paloma, cualquier versión, pero la versión original.

 

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