El Pub Buckingham

 


Cuando éramos más jóvenes y todavía no sabíamos lo que se nos venía encima, bajábamos al paseo y nos metíamos en un Pub que se llamaba Buckingham, nos sentábamos en uno de sus sillones y tomábamos café y bebíamos licor 43, zoco, o lo que nos daba la gana.

Allí echábamos la tarde, cayendo la noche sin que nos diésemos cuenta, mientras grupos como Amaral o Estopa sonaba de fondo, -Por la raja de tu falda se convirtió en una especie de Himno generacional-. Ahora miro atrás y comprendo que todo era mucho más sencillo aunque me digan que no, porque el único “Corona” era una cerveza mejicana riquísima  y no estábamos todavía lo suficientemente maduros para comprender lo que significaba realmente ser adulto, era un limbo donde todo era perfecto y donde todos los problemas se esfumaban, aunque solo fuera por unas horas.

Poco a poco frecuentamos con menor insistencia el Buckingham, vinieron nuevas obligaciones, sin darnos cuenta ya habíamos crecido y todo el mundo, alrededor nuestro, sin que nos diésemos cuenta y aunque lo negásemos, había cambiado, las torres gemelas cayeron sin que nadie pudiese impedirlo, como una metáfora que nos decía que nada es eterno por muy grande y fuerte que sea, y yo siempre he tomado aquel hecho como el comienzo del fin de aquella época de mi vida.

Joder, si  incluso aquel paseo ya había cambiado un  poco ante nuestras narices.

Y así, un día, el Buckingham cerró sus dos puertas de hierro, para siempre, ahora es solo un local más, cerrado, comido por la crisis y solo frecuentado por los fantasmas de esos niños y adolescentes que acudían a él en busca de un lugar donde poder ser ellos mismos, o jugar a ser otra persona, que también vale.

Es triste, pero es así, toca crecer, te jodes.

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